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“La república” de Platón, una obra política y pedagógica (página 2)




Enviado por Luis Ángel Rios



Partes: 1, 2, 3

Sócrates incluye la justicia dentro de los bienes que deben amarse por ellos mismos y por sus resultados. Glaucón, que no queda satisfecho de la discusión entre Sócrates y Trasímaco en pro y en contra de la justicia y de la injusticia, quiere "saber cuál es su naturaleza y qué efecto producen ambas inmediatamente en el alma, sin tener en cuenta ni las recompensas que llevan consigo ni tampoco ninguno de sus resultados, buenos o malos". Glaucón cree que el gran mérito de la injusticia consiste en parecer justo sin serlo. Quiere que se decida sobre la felicidad del justo y del injusto. Él está de parte de los que prefieren la injusticia a la justicia. Adimanto expone su tesis de los que toman el partido de la justicia contra la injusticia. "Nada es más bello, ni al mismo tiempo más difícil y más penoso que la templanza y la justicia […] Nada hay más dulce que la injusticia y el libertinaje […] La virtud no tiene más trabajos y penalidades que ofrecerme […] La apariencia de la virtud puede contribuir más a mi bienestar que la realidad de la misma […]". Sólo se inclina por la justicia porque todo le sale bien si es injusto. Nadie ha probado que la injusticia sea mala y la justicia sea buena. Adimanto pide a Sócrates que, además de probar que la justicia es preferible a la injusticia, explique los efectos que ambas producen por sí mismas en el alma. Sócrates para responder plantea la formación de un Estado ideal, justo o perfecto, en procura de descubrir cómo la justicia y la injusticia nacen en él. Cree que lo que da origen a la sociedad es la impotencia en que cada hombre se encuentra incapaz de bastarse a sí mismo y la necesidad de muchas cosas que experimenta. La aglomeración de necesidades que reúne a muchos hombres hará auxiliarse mutuamente, dando nacimiento al Estado. Propone a sus interlocutores construir un Estado con el pensamiento, en cuya base están las necesidades de alimento, la habitación y el vestido. Cada uno deberá hacer lo que sabe hacer en virtud de su profesión y de acuerdo con su talento. Cada uno debe limitarse a los suyo propio. Ese Estado necesitará de un número mayor de labradores y obreros; también de comerciantes. Se necesita un mercado y una moneda. También son necesarios los guerreros con carácter de perros de buena raza: dulces con quien conocen y agresivos con los desconocidos. La filosofía y el valor serán las cualidades de los guerreros. El guardián debe ser valiente y filósofo. El instinto del perro es el ideal porque "ladra a los que no conoce aunque no haya recibido de ellos ningún mal, y halaga a los que conoce, aunque no le hayan hecho ningún bien". Un buen guardián del Estado debe tener valor, fuerza, actividad y filosofía. ¿Cuál es la educación desde niños para los guerreros? "Formar el cuerpo mediante la gimnasia y el alma mediante la música". No se les deben contar fábulas a los niños que impliquen crímenes, venganzas e injurias. No se podrán contar fábulas de Hesíodo, Homero y otros poetas, porque representan a los dioses y a los héroes distintos de como son. No se debe hablar de los combates de los dioses, ni de los lazos que se tendían unos a otros. Se les deben contar cosas que los conduzcan en la virtud. Los poetas deben representar a Dios tal como es; debe decirse que Dios es bueno. Los bienes deben atribuirse a Dios. Una primera ley es que "Dios no es el autor de todas las cosas, sino sólo de las buenas". No se debe mentir, porque la mentira es ignorancia que afecta el alma del que es engañado; la mentira es expresión del sentimiento que el alma experimenta. Dios no miente ni engaña. La segunda ley prohíbe hablar y escribir respecto a los dioses como encantadores, mutantes y que engañan con discursos y acciones. En los discursos no debe haber quejas ni lamentaciones.

LIBRO TERCERO

Para que los guerreros sean valientes, los poetas no deben escribir versos en donde se desprecie la muerte y no se elogien los infiernos, para que prefieran morir en combate antes que ser derrotados o esclavizados. En la poesía no debe haber lamentaciones y quejas en boca de los hombres grandes. No debe haber lágrimas ni gemidos en los hombres; sólo en las mujeres más débiles. Los poetas no deben representar a los dioses llorando. La mentira nunca es útil, solamente para los médicos en ciertos casos. "Sólo a los magistrados supremos pertenece el poder mentir, a fin de engañar al enemigo o a los ciudadanos para bien de la República. La mentira no debe nunca permitirse a los demás hombres". No se les debe mentir a los magistrados. Hay que desarrollar en los jóvenes guerreros la templanza. Los principales efectos de la templanza es hacerlos sumisos para con los que mandan y dueños de ellos mismos en todo lo relativo a comer y beber y en los placeres de los sentidos. "Los poetas y los autores de fábulas se engañan gravemente con relación a los hombres, cuando dicen que los malos son dichosos en su mayor parte y los hombres de bien desgraciados; que la injusticia es útil en tanto que permanece oculta, y, por el contrario, que la justicia es dañosa al que la práctica y útil a los demás". Estos discursos serán prohibidos. "En la poesía y en toda ficción hay tres clases de narraciones. La primera es imitativa, y pertenece a la tragedia y a la comedia. La segunda se hace en nombre del poeta (los ditirambos). La tercera es una mezcla de una y otra, y nos servimos de ella en la epopeya y en otras cosas". Los poetas no pueden hacer narraciones puramente imitativas. Los guerreros no deben ser imitadores. "Un hombre sólo no puede imitar muchas cosas lo mismo que una sola […] Menos podría aplicarse a una función importante y al mismo tiempo imitar muchas cosas y sobresalir en la imitación, cuando se ve en dos cosas, que tanto se dan la mano como la comedia y la tragedia, es difícil que un mismo hombre sobresalga en ambas […] No se puede sobresalir a la vez en los dos géneros". Los guerreros no deben imitar nada; libres de toda ocupación deben "consagrarse únicamente a conservar y defender la libertad del Estado". Si imitan algo, esto los debe conducir al valor, a la templanza, a la grandeza del alma, a la santidad y a las demás virtudes. No se debe imitar nada que sea bajo y vergonzoso. Para éstos la virtud es un deber. No podrán imitar a una mujer, sea joven o vieja, ni a los esclavos, ni a los hombres malos o cobardes. No deben remedar a los locos. El guerrero "debe conocer a los dementes y a los malos, a hombres y mujeres, pero no se les debe imitar ni parecérseles. No debe imitar obreros ni hacer lo que éstos hacen. No debe imitar relinchos de caballos, murmullo de ríos, del mar, del rayo ni de nada más". El zapatero será zapatero y no piloto; el labrador, labrador y no juez; el guerrero, guerrero y no comerciante; y así los demás. La melodía se compone de palabras, armonía y número. En consecuencia, las palabras cantadas deben componerse según las disposiciones anteriores; la armonía y el número deben corresponder a las palabras. No se permitirán los tocadores y constructores de flauta; sólo la lira y el laúd "para la ciudad, y para los campos el caramillo, que usarán los pastores". Se deben preferir los instrumentos musicales inventados por Apolo y no por el sátiro Marsias. Se deben "buscar artistas hábiles, capaces de seguir la huella de la naturaleza de lo bello y de lo gracioso, a fin de que nuestros jóvenes, educados en medio de sus obras como en una atmósfera pura y sana, reciban sin cesar saludables impresiones por los ojos y por los oídos, y que desde la infancia se vean insensiblemente conducidos a imitar y amar lo bello, y a establecer entre éste y ellos mismos un perfecto acuerdo". La música es importante en la educación, porque, "insinuándose desde muy temprano en el alma, el número y la armonía se apoderan de ella, y consiguen que la gracia y la armonía se apoderen de ella, y consiguen en ella, siempre que se dé esta parte de educación como conviene darla, puesto que sucede todo lo contrario cuando se la desatiende". Educado adecuadamente un joven en la música, "advertirá con la mayor exactitud lo que haya de imperfecto y de defectuoso en las obras de la naturaleza y del arte, y experimentará a su vista una impresión justa y penosa; alabará por la misma razón con entusiasmo la belleza que observe, le dará entrada en su alma, se alimentará con ella, y se formará por este medio en la virtud". El verdadero músico amará a todos en quienes encuentre armonía. Además de la música, los jóvenes se deben formar en la gimnasia. Un cuerpo bien constituido hace buena al alma. Un guerrero no podrá embriagarse. Los guerreros deben alimentarse y dormir bien. "Deben estar, como los perros, siempre alerta, verlo todo, oírlo todo, mudando sin estar en campaña el alimento y la bebida, sufrir el frío y el calor, y, por consiguiente, temer un cuerpo a prueba de todas las fatigas". Una buena educación es necesaria para que tengan dulzura tanto los unos respecto de los otros, como respeto de aquellos cuya defensa les está encomendada. "Además de esta educación, todo hombre sensato habrá de convenir en que las habitaciones y la fortuna que se les asigne, deben ser tales que no les impidan ser excelentes guardianes, ni les induzcan a dañar a sus conciudadanos". No deben tener propiedades. Comerán en comedores comunes. No necesitan oro ni plata, porque Dios puso en sus almas oro y plata divina. Si tienen pertenencias, se convertirán en comerciantes, y, en lugar de defender el Estado, se vuelven en contra de éste.

LIBRO CUARTO

Las riquezas y la pobreza dañan a las artes y a sus ejercitantes. Los magistrados deben estar alerta sobre esto. "La opulencia y la pobreza, porque ambas engendran la molice, la holgazanería y el amor a las novedades; y a la otra este mismo amor a las novedades, la bajeza y el deseo de hacer mal". Todas las cosas deben ser comunes entre amigos. Una buena educación forma un buen carácter. "Los que hayan de estar a la cabeza de nuestro Estado vigilarán especialmente para que la educación se mantengan pura; y, sobre todo, para que no se haga ninguna innovación ni en la gimnasia ni en la música". Los magistrados harán de la música la ciudadela del Estado. Los niños deberán estar callados delante los ancianos, "levantarse cuando éstos se presenten, cederles siempre el puesto de honor, respetar a los padres, conservar el modo de vestir, de cortarse el pelo y de calzarse, todo lo relativo al cuidado del cuerpo y otras mil cosas semejantes". El Estado debe ser prudente, templado y justo. "Todo Estado organizado naturalmente debe su prudencia a la ciencia que reside en la más pequeña parte de él mismo". Este tipo de Estado es la justicia misma. "La justicia consiste en que cada uno haga lo que tiene obligación de hacer". Un Estado que tenga templanza (dominio de sí mismo), fortaleza y prudencia encarnará la justicia. Estas tres virtudes contribuyen a la perfección de la sociedad civil. La justicia, en unión de la prudencia, la templanza y la fortaleza, asegura el bien del Estado. "La justicia asegura cada uno la posesión de lo que le pertenece y el ejercicio libre del empleo que le conviene". La injusticia es un crimen contra el Estado. El hombre justo no se diferencia en nada de un Estado justo. En el alma del hombre hay tres principios, que responde a los tres órdenes del Estado. El particular debe ser prudente y valiente. "Lo que hace el Estado justo, hace igualmente justo al particular". Pertenece a la razón mandar porque en ella reside la prudencia. "La razón deliberará; la cólera combatirá, y, secundada por el valor, ejecutará las órdenes de la razón". Debe haber armonía entre la parte que manda y la que obedece.

LIBRO QUINTO

Con respecto a la educación de las mujeres y de los niños, dice que, debido a las naturalezas diferentes, entre el hombre y la mujer, tendrán oficios diferentes. "Por consiguiente, las mujeres de nuestros guerreros deberán abandonar sus trajes, puesto que la virtud ocupará su lugar. Participarán con sus maridos de sus trabajos de la guerra y de todos los que exija la guarda del Estado, sin ocuparse de otra cosa. Sólo se tendrá en cuenta la debilidad de su sexo, al señalar las cargas que deban imponérseles. El que se burle a la vista de las mujeres desnudas que ejerciten su cuerpo para un fin bueno, recoge fuera de su sazón los frutos de su sabiduría; no sabe ni lo que hace, ni por lo que se ríe; porque hay y habrá siempre razón para decir que lo útil es bello, y que sólo es feo lo que es dañoso". Todos los oficios deben ser comunes entre los guerreros y sus mujeres. "Las mujeres de nuestros guerreros serán comunes todas y para todos; ninguna de ellas cohabitará en particular con ninguno de ellos; los hijos serán comunes y los padres no conocerán a sus hijos ni éstos a sus padres". Las mujeres procrearán entre los 20 y 40 años; los hombres, "desde que hayan pasado el primer fuego de juventud hasta los 55 años". Los ciudadanos participarán en común de los intereses de cada particular, y se regocijarán y se afligirán todos por unas mismas cosas. Todo debe ser común entre los hombres y las mujeres. En lo relativo a la educación, a los hijos y a la guarda del Estado, las mujeres permanecerán en la ciudad; juntos irán a la guerra y compartirán las fatigas, es decir, irán a mediar en todas las empresas de las guerras. El verdadero filósofo debe ser gobernante. Pero el auténtico filósofo es aquel que ama la sabiduría, toda y por entero. El filósofo es "el que lleva de frente todas las ciencias con ardor igual, que desearía abrazarlas todas y tiene un deseo insaciable de aprender". Los verdaderos filósofos son los que gustan contemplar la verdad. Los contempladores de la verdad "son los únicos a quienes conviene el nombre de filósofos". El alma del filósofo auténtico es capaz de elevarse hasta la esencia de la belleza misma, reconocerla y unirse a ella. Sólo el verdadero filósofo es capaz de elevarse hasta lo bello en sí y contemplarlo en su esencia. Sólo el filósofo auténtico, que es capaz de contemplar la belleza, sea en sí misma, sea en lo que participa de su esencia, que no confunde lo bello y las cosas bellas, y que no toma jamás las cosas bellas por lo bello, vive en la realidad y no en el sueño. El filósofo ama la sabiduría, toda y por entero. Sus conocimientos, fundados en una vista clara de los objetos, son una verdadera ciencia; los que descansan en la apariencia, corresponde al universo de la opinión, y ésta no es otra cosa que la facultad que tenemos de juzgar por la apariencia". La opinión es una intermediaria en la ciencia y la ignorancia. "Por consiguiente, para los que ven la multitud de cosas bellas, pero que no distinguen lo bello en su esencia, ni pueden seguir a los que intentan demostrárselo, que ven la multitud de cosas justas, pero no la justicia misma, y lo mismo todo lo demás, diremos que todos sus juicios son opiniones y no conocimientos […] Los que contemplan la esencia inmutable de las cosas tienen conocimientos y no opiniones". El nombre de filósofo sólo se dará a "los que se consagran a la contemplación de la esencia de las cosas".

LIBRO SEXTO

El gobernante debe ser filósofo. Pero hay que distinguir cuáles son los auténticos filósofos. "Los verdaderos filósofos son aquellos cuyo espíritu puede alcanzar el conocimiento de lo que existe siempre de una manera inmutable"; quienes giran alrededor de muchos objetos mudables no son filósofos. Los magistrados (los gobernantes) serán los más adecuados para mantener leyes y las instituciones en todo vigor. Deberán "fijar por medio de leyes lo que es honesto, bueno y justo en las acciones humanas"; deberán conocer la esencia de las cosas. El gobernante debe ser capaz de unir la experiencia con la especulación. El filósofo debe amar con pasión la ciencia que puede conducirle al conocimiento de las esencias. El filósofo debe amar la sabiduría y desechar la mentira, porque "el espíritu verdaderamente ávido de ciencia debe, desde la primera juventud, amar y buscar la verdad". En el alma del verdadero filósofo no habrá "nada que le rebaje, porque la pequeñez no puede tener absolutamente cabida en un alma que debe abrazar en sus indagaciones todas las cosas divinas y humanas". El hombre justo debe ser moderado en sus deseos, exento de concupiscencias, de bajeza, de arrogancia y de cobardía. El alma nacida para la filosofía desde pequeña mostrará equidad y dulzura; también deberá tener habilidades para aprender mucho y tener buena memoria. El filósofo deberá estar "dotado de memoria, de penetración, de grandeza de alma, de afabilidad"; ser amigo de la verdad, de la fortaleza y de la templanza. Deberá ser un hombre perfeccionado por la educación y la experiencia. Sólo a ellos se les debe confiar el gobierno de un Estado. Para ser un verdadero sabio es necesario amar la verdad, que debe buscarse en todo y por todo. "El auténtico filósofo debe recibir de la naturaleza la facilidad de aprender, la memoria, el valor y la grandeza del alma […] Desde la infancia será el primero entre sus iguales, sobre todo si las perfecciones del cuerpo corresponden en él a los del alma […] Cuando haya llegado a la edad madura, sus padres y sus conciudadanos se apresurarán a servirse de sus talentos y a confiarle sus intereses y los del Estado". El verdadero filósofo no podrá ser un sofista. Del mal filósofo saldrán "pensamientos frívolos, sofismas, opiniones desprovistas de verdad, de buen sentido y solidez". La idea del Bien es el objeto del más sublime conocimiento y la justicia y las demás virtudes deben a esta idea su utilidad y todas sus ventajas. Algunos hacen consistir el bien en el placer y otros en el conocimiento. El seguro guardador de lo justo y de lo honesto es el que conozca las relaciones que mantienen con el bien. "Nuestro Estado estará bien gobernado, si tiene por jefe un hombre que una el conocimiento del bien al de lo bello y de lo justo". Las cosas bellas o buenas son objeto de los sentidos; las ideas de lo bello y de lo bueno son objeto del espíritu. Cuando los objetos están iluminados por los astros de la noche y no por el sol, apenas se les puede distinguir. "Lo mismo sucede respecto al alma. Cuando fija sus miradas en objetos iluminados por la verdad y por el ser, los ve claramente, los conoce y muestra que está dotada de inteligencia; pero cuando vuelve sus miradas sobre lo que está envuelto en tinieblas, sobre lo que nace y perece, su vista se turba, se oscurece, y ya no tiene más que opiniones, que mudan a cada momento; en una palabra, parece completamente privada la inteligencia […] Lo que derrama sobre los objetos de las ciencias la luz de la verdad, lo que da al alma la facultad de conocer, es la idea del Bien, que es el principio de la ciencia y de la verdad, en cuanto caen bajo el dominio del conocimiento. Por bellas que sean la ciencia y la verdad, puedes conseguir, sin temor de engañarte, que la idea del bien es distinta de ellas, y las supera en belleza. Y así como en el mundo visible hay razón para creer que la luz y la vista tienen analogía con el sol, pero sería falso decir que son ellas el sol; en la misma forma en el mundo inteligible pueden considerarse la ciencia y la verdad como imágenes del bien, pero no habría razón para tomar la una o la otra por el bien mismo, cuya naturaleza es de un valor infinitamente más elevado". Lo que las apariencias son a las cosas que ellas representan es la opinión al conocimiento. La pura inteligencia, el conocimiento razonado, la fe y la conjetura son las cuatro operaciones del alma.

LIBRO SÉPTIMO

Sócrates refiere a Glaucón la Alegoría de la Caverna,
en donde los hombres sólo perciben sombras. "El hombre de la caverna
comienza por verse libre de sus cadenas; después, abandonando las sombras,
se dirige hacia las figuras artificiales y hacia la luz que las alumbra. En
fin, sale de este lugar subterráneo para subir hasta los sitios que ilumina
el sol; y como sus ojos, débiles y ofuscados, no pueden fijarse, desde
luego, ni en los animales, ni en las plantas, ni en el sol, recurre a las imágenes
de los mismos, pintadas en la superficie de las aguas y en sus sombras, pero
estas sombras pertenecen a seres reales y no a objetos artificiales como sucedía
en la caverna; y no están formadas por aquella luz, que nuestro prisionero
tomaba por el sol […] El antro subterráneo es este mundo invisible;
el fuego que le ilumina es la luz del sol; este cautivo, que si ve a la región
superior y que la contempla, es el alma que se eleva hasta la esfera inteligible
[…] En los últimos límites del mundo inteligible está
la idea del Bien, que se percibe con dificultad; pero una vez percibida no se
puede menos de sacar la consecuencia de que ella es la causa primera de todo
lo que hay de bello y de bueno en el universo; que, en este mundo visible, ella
es la que produce la luz y el astro de que ésta procede directamente;
que en el mundo invisible engendra la verdad y la inteligencia; y en fin, que
ha de tener fijos los ojos en esta idea el que quiera conducirse sabiamente
en la vida pública y en la privada". La vista puede afectarse de
dos maneras y por causas opuestas: "por el tránsito de la luz a
la oscuridad o por el de la oscuridad a la luz; y aplicando a los ojos del alma
lo que sucede a los del cuerpo, cuando vea a aquella turbada y entorpecida para
a distinguir ciertos objetos, en vez de reír sin razón al verla
en tal embarazo, examinará si éste procede que el alma viene de
un estado más luminoso, o si es que al pasar de la ignorancia a la luz,
se ve deslumbrada por el excesivo resplandor de ésta". La Alegoría
de la Caverna está dirigida al hombre que busca la verdad, y nos dice
que el conocimiento es como una liberación de este mundo, el de los sentidos,
y nos sitúa en el ámbito de la auténtica realidad: el mundo
de las ideas; intenta demostrarnos la validez de su planteamiento sobre el conocimiento;
nos explica que la realidad auténtica, para los encadenados serían
sólo las sombras que ellos han visto durante toda su vida, proyectadas
sobre la pared; quiere darnos a entender que el mundo que nosotros captamos
a través de los sentidos es como las sombras que ven los encadenados.
Según el autor, sólo el alma sería capaz de ver la auténtica
realidad, como así le ocurrió al que fue liberado de sus cadenas.
El legislador debe buscar la felicidad de todos los gobernados, sin ningún
tipo de excepción. En el Estado Gobernado por el auténtico filósofo
ha de reinar la concordia. En una República bien ordenada sólo
mandarán los gobernantes verdaderamente ricos en sabiduría y en
virtud, porque estas riquezas constituyen la verdadera felicidad. El filósofo
debe despreciar las dignidades y los sucedáneos. El gobernante debe estar
instruido por la ciencia de gobernar. La ciencia que eleva el alma desde lo
que nace hasta lo que es (el conocimiento del bien) debe ser útil a los
guerreros, y esa ciencia es la de los números y del cálculo. Eleva
el alma al puro conocimiento y la conduce a la contemplación del ser.
Conducen al conocimiento de la verdad. "Ellas son necesarias al guerrero
para disponer bien un ejército, y al filósofo para salir de lo
que nace y muere, y elevarse hasta la esencia misma de las cosas, porque sin
esto no será nunca un verdadero aritmético". A quien se confía
la guarda del Estado es guerrero y filósofo. "Demos una ley a los
que hemos destinado en nuestro plan de ocupar los primeros puestos, para que
se consagren a la ciencia del cálculo, para que estudien, no superficialmente,
sino hasta que, por medio de la pura inteligencia, hayan llegado a conocer la
esencia de los números, no para servirse de esta ciencia en las compras
y ventas, como hacen los mercaderes y negociantes, sino para aplicarla a las
necesidades de la guerra y facilitar al alma el camino que debe conducirla desde
la esfera de las cosas perceptibles hasta la contemplación de la verdad
y del ser". La ciencia del número tiene la virtud de elevar el alma,
"obligándola a razonar sobre los números, tales como son
en sí mismo, son consentir jamás que sus cálculos recaigan
sobre números visibles y palpables". Esta ciencia obliga al alma
a servirse del entendimiento para conocer la verdad. La geometría mueve
al alma a contemplar la esencia de las cosas. Tiene por objeto el conocimiento
de lo que existe, y no de lo que nace y perece. "La geometría atrae
al alma hacia la verdad, forma en ella es espíritu filosófico,
obligándola a dirigir a lo alto sus miradas, en lugar de abatirlas, como
suele hacerse, sobre las cosas de este mundo". La astronomía es
otra ciencia de interés para el guerrero y el gobernante, porque necesitan
conocer las estaciones, los meses y los años. Las matemáticas,
la geometría y la astronomía son ciencias que tienen mucho valor,
que pocos saben apreciar. "Purifican y reaniman un órgano del alma
extinguido y embotado por las demás ocupaciones de la vida". La
astronomía obliga al alma a mirar a lo alto a contemplar las cosas del
cielo. El verdadero astrónomo creerá "que el que ha hecho
el cielo ha dado a su obra la belleza que el artista humano ha dado a la suya.
Y así nos serviremos de los astros en el estudio de la astronomía,
como nos servimos de las figuras en la geometría, sin detenernos en lo
que pasa en el cielo, si queremos hacernos verdaderos astrónomos y sacar
algún provecho de la parte inteligente de nuestra alma, que sin esto
no nos sería de utilidad alguna". La dialéctica es otra ciencia
importante porque es completamente espiritual. "El que se dedica a la dialéctica,
renunciando en absoluto al uso de los sentidos, se eleva sólo mediante
la razón, hasta la esencia de las cosas; y si continúa sin indagaciones
hasta que haya percibido mediante el pensamiento la esencia del bien, ha llegado
al término de los conocimientos inteligibles, así como el que
ve el sol ha llegado al término del conocimiento de las cosas visibles".
Todas estas ciencias elevan la parte más noble del alma hasta la contemplación
del más excelente de los seres. ¿En qué consiste la dialéctica,
en cuántas especies se divide y por qué camino se llega a ella?
Es un método para descubrir la esencia de cada cosa. "El método
dialéctico es el único que, dejando a un lado las hipótesis,
se eleva hasta el principio para establecerlo firmemente, sacando poco a poco
el ojo del alma del cieno en que estaba sumido, y elevándose a lo alto
con el auxilio y por el ministerio de las artes". Dialéctico es
el que conoce la razón de la esencia de cada cosa. "Un hombre que
no puede separar por el entendimiento la idea del Bien de todas las demás,
de dar de ella una definición precisa, no vencer todas las objeciones,
como un hombre de corazón en un combate, ni demostrar esta idea de una
manera real, destruyendo todos los obstáculos mediante un razonamiento
irresistible, ¿no dirás de él que ni conoce el bien por
esencia, ni ningún otro bien; que si percibe algún fantasma de
bien, no es mediante la ciencia sino mediante la opinión como él
la comprende; que su vida se pasa en un profundo sueño, acompañado
de ensueños, del que no saldrá en este mundo antes de bajar a
los infiernos, donde dormirá un sueño verdadero". La dialéctica,
como ciencia de interrogar y de responder de la manera más sabia posible,
es "el coronamiento y el colmo de las demás ciencias; que no hay
ninguna que pueda colocarse por encima de ella, y que cierra la serie de ciencias
que importa aprender". El buen gobernante debe prepararse desde su juventud.
"Desde la edad más tierna es preciso destinar nuestros discípulos
al estudio de la aritmética, de la geometría y demás ciencias
que sirvan de preparación a la dialéctica; pero es necesario desterrar
de la enseñanza todo lo que sean trabas y coacciones […] Un espíritu
libre no debe aprender nada como esclavo. Que los ejercicios del cuerpo sean
forzados o voluntarios, no por eso el cuerpo deja de sacar provecho; pero las
lecciones que se hacen entrar por fuerza en el alma, no tienen en ella ninguna
fijeza […] No emplees la violencia con los niños cuando les des las
lecciones; haz de manera que se instruyan jugando y así y te podrás
mejor en situación de conocer las disposiciones de cada uno". En
un buen Estado todo será común: "mujeres, hijos, educación,
ejercicios propios de la paz y de la guerra". Los hombres consumados en
la filosofía y en la ciencia militar deben designarse como jefes de Estado.

LIBROS OCTAVO Y NOVENO

Sócrates plantea sus formas de gobierno: timocracia, el más alabado; oligarquía, expuesto a un gran número de males; democracia, poco estimado; y tiranía, la mayor enfermedad que pueda padecer un Estado. Se examinan todos estos tipos de gobiernos, mostrando la inconveniencia de cada uno de ellos y la manera en que se transforman en otro peor. Son inapropiados para el modelo de Estado que se diseña en La República. Se inclina por la aristocracia, como la mejor forma de gobierno.

LIBRO DÉCIMO

En el modelo de Estado platónico se debe prohibir la poesía imitativa. "El arte de imitar está muy distante de lo verdadero, y si se ejecutan tantas cosas es porque no toma sino una pequeña parte de cada una; y aun esta pequeña parte no es más que un fantasma. El pintor, por ejemplo, nos representará un zapatero, un carpintero o cualquier otro artesano, sin conocer nada estos oficios. A pesar de esto, si es un excelente pintor, alucinaría a los niños y al vulgo ignorante, mostrándoles de lejos el carpintero pintado, de suerte que tomarán la imitación por la verdad […] Si estuviera realmente versado en el conocimiento de lo que imita, creo que querría más dedicarse a producir por sí, que no imitar lo que hacen los otros; que haría un esfuerzo en distinguirse, dejando para la posteridad, como otros tantos momentos, numerosos trabajos y preciosas obras; en una palabra, que preferiría merecer elogios a los demás a tener que tributarlos él a éstos […] Digamos de todos los poetas, comenzando por Homero, que ya traten en sus versos de la virtud o de cualquiera otra materia, no son más que imitadores de fantasmas, sin llegar jamás a la realidad. Y lo mismo que dijimos antes del pintor, el cual hará un retrato de un zapatero, aunque ningún conocimiento tenga de este oficio, con un parecido tal que los ignorantes, engañados por el dibujo y por colorido, creerán ver un verdadero zapatero […] El poeta, sin otro talento que el de imitar, sabe, con un barniz de palabras y de expresiones figuradas, dar tan bien a cada arte los colores que le convienen, ya hable de zapatería, ya trate de la guerra o de cualquier otro objeto que, con la medida, el número y la armonía de su lenguaje, convence a los que le escuchan, y que juzgan sólo por los versos de que está perfectamente instruido en las cosas de que habla; ¡tan poderoso es el prestigio de la poesía! Por lo demás, ya sabes, por otra parte, el papel que hacen los versos cuando se les quita el colorido musical; no puedes menos de haberlo observado […] El imitador no tiene ni principios seguros, ni una opinión fija, tocante a lo que debe ser bueno o malo en todo lo que imita". Todo imitador no tiene sino un conocimiento superficial de lo que imita. Todos los que se dedican a la poesía dramática son imitadores. Todo arte que consiste en la imitación, está muy distante de la verdad en todo lo que ejecuta; esta parte de nosotros mismos con la que el arte de imitar está en relación, se encuentra también muy distante de la sabiduría, y no inspira nada verdadero ni real. "La poesía imitativa nos representa a los hombres entregados a acciones forzosas o voluntarias, de cuyo resultado depende que se crean dichosos o desgraciados y que se abandonen a la alegría o a la tristeza". La poesía no debe versar sobre la parte débil del hombre, sino de la fuerte. "La poesía imitativa produce en nosotros el mismo efecto con respecto al amor, a la cólera y a todas las pasiones del alma que tienen por objeto el placer y el dolor, y que nos sitian constantemente. En lugar de hacer que se sequen poco a poco, las rocía y las alimenta. La poesía imitativa nos hace viciosos y desgraciados a causa de la fuerza que da a estas pasiones sobre nuestra alma, en vez de mantenerlas a raya y en completa dependencia, para asegurar nuestra virtud y nuestra felicidad" Para el Estado platónico, Homero no es el indicado. Cuando oigas decir a los admiradores de Homero que este poeta ha formado la Grecia, y que, leyéndole, se aprende a gobernar y conducir bien los negocios humanos, y que lo mejor que se puede hacer es someterse a sus preceptos, deberás tener toda clase de miramientos y de consideraciones con los que empleen este lenguaje, como si estuvieran dotados del mayor mérito, y hasta entre los trágicos; pero el mismo tiempo no pierdas de vista que en nuestro Estado no podemos admitir otras obras de poesía que los himnos a los dioses y los elogios de los hombres grandes; porque tan pronto como des cabida a la musa voluptuosa, sea épica, sea lírica, el placer y el dolor reinarán en el Estado en lugar de las leyes, en lugar de esta razón, cuya excelencia han reconocido todos los hombres en todos los tiempos". La injusticia, la intemperancia, la cobardía y la ignorancia hacen mala el alma. La injusticia, como la enfermedad, conduce a la muerte. Los que dan entrada en su alma a la injusticia, mueren más o menos pronto. "Convencidos de que nuestra alma es inmortal y capaz por su naturaleza de todos los bienes como de todos los males, marcharemos siempre por el camino que conduce a lo alto, y nos consagraremos con todas nuestras fuerzas a la práctica de la justicia y de la sabiduría".

Importancia y vigencia de obra

La República, de Platón, es uno de los textos de filosofía más leídos, comentados, estudiados, interpretados y discutidos. Se trata de una obra monumental, formidable e interesantísima. El texto ha sido objeto de múltiples, dispares y discrepantes interpretaciones. Sobre ella se ha escrito y comentado mucho. No es una obra de derecho político-administrativo. No se trata de un estudio de legislación y política (en el sentido tradicional de esté término), sino de un tratado educativo para "modelar almas". En esencia trata sobre un profundo estudio del alma humana. "La formación del alma es la palanca por medio de la cual hace que su Sócrates mueva todo el Estado" (Jaeger). A pesar de que la investigación sobre la justicia es el tema central, el aspecto medular de la disertación es el problema cardinal de la paideia o educación. De acuerdo con Rousseau, más que de una teoría del Estado, es el más hermoso estudio sobre la educación. El régimen, constitución, organización política, derecho de ciudad, ciudadanía, prerrogativas políticas o lo concerniente al Estado (politeia) y la educación (paideia) son la esencia o la médula del libro. "Su objeto es demostrar la necesidad moral, así para el Estado como para el individuo, de regir toda su conducta según la justicia; esto es, según la virtud, es decir, según la idea del bien, principio de buen orden para las sociedades y para las almas, origen de la felicidad pública y privada; principio, que es el Dios de Platón" (Azcárate).

Platón pretende mostrar la "imagen plástica" de un Estado ideal en el ámbito de su problemática ético-social. En Platón existe una afinidad mayor entre educación y nutrición, que en un principio eran términos casi idénticos. No se reflexiona sobre un Estado histórico o ya constituido, geográfico, antropológico, ciudad determinada o lo relacionado con la población, vicisitudes, costumbres y nivel de vida de una colectividad en particular. El Estado constituye tiene una misión moral y educadora. "El tema central de la República de Platón es su teoría de la justicia y del Estado justo como condición de posibilidad del desarrollo humano, que se basa en su visión de las relaciones entre las formas de la polis y las formas del alma. La obra comienza con una discusión sobre la justicia, continúa con sus tesis sobre el Estado bien constituido y el gobierno aristocrático y expone la manera como este se degrada o se corrompe, hasta acabar en la democracia y la tiranía" (Cuéllar).

En el libro se debaten aspectos de interés en torno de la justicia e injustica, la educación de los "guardianes" (gobernantes y auxiliares), la cultura gimnástica, poética y musical, el problema del valor de las ciencias abstractas, la dialéctica, el conocimiento de la verdad y las formas de Gobierno, entre otros temas indispensables para la conformación del Estado ideal, formal, bueno, justo, perfecto o excelente. El problema de la justica platónica es un tema de palpitante actualidad y vigencia para los juristas contemporáneos. "Como todos los diálogos de Platón, La República es un conjunto de ideas, vislumbres, sugerencias, invenciones sobre una gran variedad de temas, expuestos sin mayor preocupación por un orden lineal o un deseo de concluir. Es, sobre todo, como su género literario lo indica, una conversación, es decir, una mezcla de voces más o menos inteligentes, más o menos informadas, más o menos concluyentes" (Manguel).

Platón, investigando sobre el problema de la justicia (la virtud política por antonomasia), se encuentra con el ideal del Estado perfecto, paradigma del verdadero Estado, en el que se estableciera un orden social justo y duradero. Su punto de partida es el problema de la justicia (la salud espiritual del alma o del hombre) con carácter general. "La justicia, ha sido siempre un tema presente en la filosofía y con más notoriedad en la filosofía clásica, por ello resulta saludable, atractivo y de valor el análisis de los textos griegos al respecto. En este punto, Platón es quizás el más estudiado, siempre sus diálogos resultan útiles para quien recorre sus páginas, ya convertidas en verdaderos monumentos de la filosofía, con pasajes y afirmaciones hasta hoy irrefutables, además haciendo de su maestro Sócrates un personaje invalorable para la sabiduría universal […] La justicia queda en claro, es un bien moral, y como tal es un bien espiritual y por ello está sujeto a la decisión personal, por tanto sólo puede llegar a el quien posee el conocimiento adecuado, el sabio, el filósofo. La justicia con Sócrates, desde este importante trabajo, se inserta como un asunto también de prioridad política, que no queda en el vacío o suspendido en la metafísica, sino que debe ser resuelto de manera práctica, en la cotidianeidad de hombre, que se reafirma por todo ello, como un ser social por naturaleza. Se demuestra, que la justicia como objetivo para la polis, fue uno de las principales preocupaciones y metas de la filosofía de Platón" (Olivari).

La relación entre el Estado y el alma del hombre es estrecha. El tema del Estado es planteado sólo como un medio con la finalidad de evidenciar y resaltar la esencia y la función de la justicia en el interior del hombre o en su alma. "Platón se propuso en la presente obra estudiar lo justo y lo injusto. Lo hace con excelencia y bajo el tradicional método del diálogo, antigua forma de raciocinio que en manos del Sócrates "platónico" el libro se hace excelso. Como afirman muchos con validez indiscutible hasta nuestros días, esta forma literaria presenta una gran belleza, haciendo del escrito por tanto algo atractivo y excitante, pues induce al lector a la participación en el debate y la búsqueda de un final que obtenga un resultado de la confrontación de ideas y puntos de vista" (Olivari).

La justicia es la virtud que determina la auténtica o verdadera felicidad. El reino de la justicia debe instaurarse en el individuo y en la colectividad o Estado. El principio de la justicia, respecto de que cada cual debe realizar solamente un oficio, para el cual esté mejor preparado, se relaciona con la areté o excelencia: perfección de la obra realizada por cada ser y de cada una de sus partes. El Estado justo se logra si cada cual, en sintonía con sus habilidades y vocaciones, ocupe su lugar, realice su trabajo, sin invadir los espacios o fueros ajenos. "Entendida allí primeramente la justicia como principio rector de las relaciones entre los hombres y causa, por tanto, del Estado, sostiene Trasímaco que no es otra cosa que el interés del más fuerte; Sócrates deriva luego la palabra hacia el concepto subjetivo, ordinario y moral de la justicia: temple, hábito y conducta de la persona humana. Aceptado esto, Trasímaco afirma que el hombre justo es víctima del injusto y que éste triunfa, por lo menos cuando su injusticia es total, como en el caso del tirano. Con esto se suscita el problema de la relación entre la justicia y la felicidad, que se extiende por todo el tratado. Tras refutar la doctrina de Trasímaco y la del contrato social defendida más tarde por Glaucón, Sócrates aúna los conceptos de la justicia considerada en el alma humana y en la sociedad mediante el principio de la función específica; la justicia consiste en que cada ser desempeñe la función que le es propia, y esto se aplica tanto a las «partes» del alma como a las clases de la ciudad. El paralelismo así establecido entre la comunidad social y el individuo se llevará adelante hasta el fin e informará la exposición de los regímenes políticos: los gobernantes filósofos corresponden a la razón de los individuos; los auxiliares, a su principio colérico; la clase de los artesanos, a sus apetitos y pasiones. El hombre y el Estado serán clasificados en razón del predominio de cada uno de estos elementos: el individuo será feliz por la justicia, consistente en el imperio de la razón; la ciudad, por el mando de los mejores ciudadanos, los gobernantes filósofos" (Fernández-Galiano).

La educación de los guardianes (cuyo oficio es velar por la libertad del Estado) debe comenzar por la cultura musical o paideia musical (que hace referencia al tono, ritmo y logos o palabra hablada, incluyendo los géneros poético, épico y dramático), porque ésta contribuye a formación del alma. "Música, que quiere decir el reino de las musas, incluye un concepto casi tan amplio como lo que hoy llamamos cultura. Incluye las artes literarias, visuales y musicales. Desde los cuentos, los mitos, la literatura, poesía, el arte dramático, hasta los cantos y las melodías. Pero Platón impone una severa censura desde los primeros años sobre la literatura y la música accesible para los jóvenes. Los jóvenes hasta cierta edad no deben ver nada feo, ni vicioso. Rechaza todo relato que no tenga un contenido moral adecuado. La educación debe cultivar la seriedad, el decoro, el valor y el amor hacia la verdad. Cuentos y mitos, así dramas y obras teatrales contiene una visión distorsionada de la realidad, más mentiras (meras apariencias) que verdades. En ellos se estimula la mentira, el fraude, la injusticia y la frivolidad; no pueden ser un buen ejemplo" (Esobat). En la Grecia de Platón, música y poesía son hermanas inseparables. En la cultura musical, la poesía tiene una importancia fundamental como valor educativo. Es por eso que proscribe de su Estado ideal la poesía imitativa (mímesis) y dramática (principalmente la de Homero, quien era considerado por los sofistas y la tradición griega como el educador por antonomasia). "La imitación es condenada en la poesía y, por consecuencia, en la vida: ella se opone al principio de la técnica, de que cada cual ha de practicar un solo y particular ejercicio; constituye un falseamiento del propio ser y lo hace peor por la reproducción de lo peor" (Fernández-Galiano).

Sin negar el valor estético y artístico de la poesía griega, no la considera adecuada para educar, porque la poesía versa sobre la apariencia en oposición la filosofía que es el instrumento óptico y apropiado para educar, ya que versa sobre el conocimiento de la verdad. Consciente que la poesía seguirá siendo siempre materia de goce artístico, pero no será asequible a ella la dignidad suprema: la de convertirse en educadora del hombre. "La República apenas trata de la política, como su nombre induciría a pensar; la República trata sobre todo de la educación, algo, sin embargo, eminentemente político en la Grecia de Platón. Además, de la educación se ocupaban los poetas. Por eso hay que considerar que la poesía no es una mera actividad literario-estética, sino fundamentalmente política y constitutiva de la polis. De hecho, es tan constitutiva que no cabe en la polis ideal de Platón. El sistema educativo tradicional griego, basado en los poetas, es sometido a examen y condenado" (Zazo).En este sentido, la filosofía toma conciencia en sí misma como paideia y reivindica para sí la primacía de la educación de los guardianes.

A pesar de que Homero es referente de educación, Platón no lo considera así porque, como maestro y caudillo de la tragedia, el elemento patético impulsivo que la acción poética ejerce sobre el alma puede afectar el ánimo y temple de los guardianes. "Homero es la referencia poética de Platón. Primer escritor de Occidente, también se puede considerar a Homero como una etapa final de una larga tradición de poetas orales. Este carácter mixto, superpuesto, permite realizar una historia de Occidente a través de las recepciones de Homero. La primera en importancia y sistematicidad es la de Platón, quien a su vez expulsa a los poetas, con Homero a la cabeza, de su ciudad. Aunque hay que señalar que no sólo se trata de Homero cuando Platón censura a los poetas, Homero es el prototipo de poeta oral que quedaría extramuros" (Zazo).

Platón disentía de la opinión de los griegos respecto al valor propedéutico de la poesía homérica (y la de otros poetas como Hesíodo). Los poetas no pueden ser educadores, porque sólo representan las imágenes reflejas de la areté humana, sin acercarse a la verdad. De todas las artes educadores que le atribuyen a Homero, a Platón sólo le interesa saber si tenía el arte político y si era capaz de educador. Así, Platón transforma la tradición educativa griega, procurando que la verdad (filosofía) prime sobre la apariencia (poesía). El poeta crea un mundo de mera apariencia. La poesía corrompe los juicios estimativos. "La condenación de determinados instrumentos y modos musicales por el efecto afeminador que producen en los hombres tiene en sustancia el mismo fundamento que la condenación de la poesía. Era ésta entre los griegos depositaria y vehículo de las creencias religiosas que, superando primitivas concepciones locales, habían hallado aceptación general; pero, cuando la filosofía alcanzó una más alta idea de la Divinidad, no pudo menos de condenar las leyendas homéricas y hesiodeas en que se atribuían a los dioses toda suerte de flaquezas y maldades. Platón, cuyo supremo empeño es dar al Estado por él concebido una base teológica, tuvo que preocuparse en primer término de desterrar de la mente de sus hombres aquellas falsas representaciones tradicionales e imbuirles un concepto más puro de Dios: éste no es causa del mal y, por tanto, tampoco de la mayor parte de las cosas que ocurren al hombre, que son malas; la causa del mal hay que buscarla en otro lado. Igualmente indignos del concepto divino son aquellos enmascaramientos y transformaciones que de los dioses se refieren, y la condenación se extiende a los cuentos y consejas de las madres que hacen de aquéllas «cocos» o «búes» para asustar a sus hijos. Dios es algo enteramente simple y verdadero en hecho y en palabra, incapaz de engañarse ni de engañamos" (Fernández-Galiano).

El valor de la filosofía se impone al valor de la poesía como instancias pedagógicas: la verdad sobre la apariencia. La poesía imitativa y trágica perjudica el espíritu del estudiante, si éste no tiene como hábito el conocimiento de la verdad a través de la filosofía. Sólo la verdad encierra la belleza auténtica y duradera que no posee la poesía. El poeta no posee el saber de la verdad, en el sentido filosófico de la palabra, por cuanto su obra es mero reflejo de prejuicios e ideales imperantes, sin el verdadero arte de la medida (la filosofía) que permite eludir el engaño y la mentira. La poesía únicamente habla a los instintitos y las pasiones para exacerbarlos, y no lo hace a lo mejor del alma del aprendiz: la razón (le hablaría al "corazón", las emociones, a los sentidos y no a la razón, la inteligencia). La poesía no contribuye a que el estudiante domine sus pasiones mediante el poder de la ley y la razón, que ordenan y ponen freno a las emociones. Los dictados de la ley ayudan a la razón o parte pensante del alma en su resistencia al poderoso efecto de los instintos, pasiones, afectos o emociones. La poesía imitativa influye nocivamente en el ama del educando porque alienta las miserias del alma humana en contra del espíritu pensante. "El poeta incapacita al alma para distinguir lo importante de lo que no lo es, pues representa las mismas cosas unas veces como cosas grandes y otras veces como cosas pequeñas, según el fin que en cada caso persigue. Y esta relatividad es precisamente la que demuestra que el poeta crea ídolos y no reconoce la verdad" (Platón).

La paideia (cultura intelectual, cultivo del espíritu)
no debe comenzar por la verdad, sino por la mentira, contándoles mitos
a los niños, porque éstos así no sean verdaderos encierran
una parte de verdad, pero proscribe la poesía (principalmente la de Homero
y Hesíodo), porque considera que en ella se pintan mundos verdaderos
que no son sino meras apariencias, se hacen relatos de desobediencia, insubordinación,
incitación a los placeres, codicia de dinero y corrupción, y muestran
a los dioses como seres malvados o engañosos; así mismo, porque
la poesía es incompatible con los criterios filosóficos. Esa poesía
puede atentar contra la valentía y la templanza, dos de las cuatro virtudes
cardinales que deben imperar en el alma del hombre. "Y asimismo se prohíbe
todo mito en que lo sencillamente perfecto, lo inmutable y lo eterno se presente
como encarnado en figuras mudables y múltiples de esencia finita, o en
que se achaque a la divinidad un designio de engaño o de extravío"
(Jaeger). La tradición poética no conviene a la educación
por cuanto pretende infundir la creencia falsa de que el destino de los hombres
depende del capricho o la acción de los dioses. Esta creencia riñe
con su premisa de la autodeterminación moral del yo sobre el fundamento
del conocimiento del bien. No obstante, no pretende extirpar la poesía
que no responde a sus criterios y negar su valor estético, sino expresar
que ésta no tiene cabida en su Estado ideal. "El poeta carece de
conocimiento debido a que, confrontado con el usuario de un objeto, nada conoce
del uso de las cosas; el poeta carece de "opinión correcta"
sobre los objetos fabricados, pues siendo un imitador, no sabe cómo funcionan
las cosas. Platón encuentra así que la poesía se halla
"alejada en tres veces de lo real", y de este modo, su crítica
epistemológica parte de la teoría tripartita del alma" (Pájaro).

Si bien es cierto que el Estado y la poesía son fuentes de moral, la filosofía o conocimiento de la verdad le indica cómo debe ser el cambio si quieren convertirse en postulado educativo. Platón no deshecha la poesía por su poder de goce estético y artístico, sino por su improcedencia como fuente de paideia o modeladora de almas. "Y, sin embargo, pese a todo esto, a Platón no se le pasa siquiera por las mientes la idea de que la poesía, considerada como potencia educativa, pueda sustituirse por los conocimientos abstractos de la filosofía" (Jaeger). Su poética es una crítica de la poesía considerada como paideia. Los guardianes no pueden presenciar ni participar en representaciones dramáticas (excepto las que personifiquen las formas de la auténtica areté), ni hacer ningún tipo de imitaciones o actos que riñan con el ideal de genuino caballero. "En cierta medida, Platón cree que el poder más perverso de los poetas no es que cuenten las fábulas sobre los dioses, sino que introducen la confusión. Por ello considera perverso al arte, porque, desde su teoría de las Ideas, sólo el filósofo está habilitado para manejar la imitación (y los asuntos políticos de la ciudad) y el teatro no. El arte es una mímesis (imitación) que copia las cosas que, a su vez, son reflejo de las Ideas. La obra de arte imita el reflejo de la Idea. Una obra que representa la realidad está distanciada de la existencia real. Es tan sólo una mera evocación, una sombra. No hay realidad en una obra de arte. El artista es un ilusionista, y sólo el filósofo puede interpretar las formas divinas a través de un proceso de razonamiento" (Herreras).

De la música se censura su tendencia a embriagar los sentimientos y exacerbar las pasiones. Prohibiendo y recomendando el uso de ciertos instrumentos musicales, expresa como aceptables aquellas melodías que expresan el ethos del hombre valiente o sereno. La cultura música es el auténtico alimento cultural. El ritmo y la armonía es lo que más profundamente penetra en el alma del educando. El joven educado en lo músico experimenta una seguridad infalible del goce de lo bello y odio de lo feo. "Por tanto, para Platón el camino que conduce a la educación de los ojos de la inteligencia es el de la educación del carácter, la cual, sin que el hombre tenga conciencia de ello, modifica su naturaleza de tal modo por la acción de las fuerzas espirituales más vigorosas: la poesía, la armonía y el ritmo, que por último le es dable alcanzar el principio supremo a través de un proceso que va acercándole a su misma esencia" (Jaeger). Para que exista la educación es necesario que el Estado funja como autoridad legislativa, como medio ambiente y como la atmósfera que respira el hombre. "En la República establece Platón detalladamente el programa de estudios que debería imperar en la ciudad ideal, haciendo especial hincapié en el educación de los gobernantes. Todos los niños y niñas deberían recibir inicialmente la misma formación. Platón considera que la educación recibida en los primeros años de la vida es fundamental para el desarrollo del individuo, por lo que en la ciudad ideal nadie ha de ser privado de ella, ni en razón de su sexo ni por ninguna otra causa: el proceso educativo tiene, al mismo tiempo que un objetivo formativo, la misión de determinar qué tipo de alma predomina en cada individuo, es decir, su naturaleza, en virtud de la cual formará parte de una u otra clase social" (Webdioania).

La gimnasia es otro componente de la paideia de los guardianes. "La gimnástica comprende todo lo que es cuidado del cuerpo y tiende a absorber la medicina o a suprimirla; entraña un régimen no sólo de alimentación, sino de conducta, con condenación de los excesos de gula y de lujuria. Lo más significativo es que, en último término, la gimnasia, como la música, se endereza al provecho del alma mediante la ayuda que presta a la formación del carácter" (Fernández-Galiano). Esta clase educación se refiere al ejercicio físico, la alimentación y los hábitos saludables. Luego de la formación espiritual en su plenitud, viene el cuidado del cuerpo mediante la gimnasia, ya que el atleta es el prototipo de la fuerza física y sirve para desarrollar y templar el ánimo de los guerreros o soldados; por ello no podrán embriagarse. Así como los guardianes educados con la cultura música no necesitan de jueces ni leyes, tampoco necesitan de consejos médicos si están educados en la gimnasia. Mientras la gimnasia educa el cuerpo del soldado, la música forma su alma; sin embargo, la gimnasia y la música, de manera equilibrada y armónica, educan primordialmente el alma. "Esa parte física basada principalmente en un culto a las fuerzas y en un culto a la pureza era la Gimnasia, y la parte espiritual era la Música, pero por Música entendían el ejercicio de las Musas. Sabido es que las Musas eran las antiguas Diosas que regían la Historia, la Oratoria, la Música propiamente dicha, la Pintura, el Teatro, o sea, que el joven tenía estas dos grandes vertientes, se pretendía un cuerpo sano y se pretendía un espíritu cultivado, un espíritu propenso a las artes y a todo lo que fuese humanista" (Cortez). Como la gimnasia y la música son una unidad inseparable de utilidad para la paideia, estos dos tipos de educación se impartirán con la debida moderación, sin incurrir en extremos o excesos que afecten el espíritu y la conducta del hombre. "La armonía de la paideia musical y atlética es la educación sana" (Platón). En esta bella armonía se condensa el difícil arte de la verdadera paideia. "Los ejercicios físicos siempre han tenido en Grecia un papel preponderante. Esto por su potencial bélico y cívico. Cuando Platón describe su Estado ideal da cuenta de la importancia de la educación de los ciudadanos, cada uno educado de acuerdo a las funciones que tendría en ese Estado: si es artesano será educado en su arte, si es guardián será formado a través de la música y la gimnasia con el fin de proteger y vigilar la Polis, si es gobernante será educado para gobernar a través de la música, la gimnasia y la filosofía (matemáticas, astronomía, armonía musical y dialéctica) […] El objetivo con todo esto es la transformación del individuo, y por esto la gimnasia es un ejercicio espiritual cuyo objetivo es ejercitarse en la fogosidad, la velocidad, la fuerza y la formación del carácter […]Lo que hemos dicho hasta ahora es que la gimnasia tiene una función específica en el contexto de la educación en Atenas, una función política, bélica y ética. Todo esto, en última instancia, está enmarcado en el interés de Platón por lograr que la persona se gobierne a sí misma y luego pueda proteger y gobernar a la comunidad. Si bien Platón le da una mayor importancia a la práctica de la gimnasia por parte de los guardianes y los gobernantes, no podemos perder de vista el sentido que tiene ésta en su visión del mundo y de la persona. Para Platón los ejercicios físicos son ejercicios espirituales porque están orientados a la transformación del individuo y la polis. Pero no es una práctica aislada, ella es una entre otras que harán que el individuo luche contra las pasiones del cuerpo y poco a poco se vaya elevando hacia el mundo de las formas como anticipo de lo que "vivirá" luego de su muerte. El objetivo en la vida filosófica es vivir conforme a la virtud. La gimnasia ayudará a la formación del carácter del guardián, del gobernante y en general del ciudadano que desee, porque al igual que el filósofo, motivará a llevar una vida buena en donde los ojos tengan como referente la belleza, signo de la verdad" (Rúa).

Los gobernantes o regentes del Estado justo, que deben ser filósofos y los mejor educados, poseerán las supremas virtudes guerreras y pacíficas de los guardianes que posean sabiduría práctica, talento, incorruptibilidad, carácter fuerte, autodominio y preocupación por el interés colectivo. "Revisando con cierta intensidad y detalle, las opiniones de Platón sobre la justicia y lo justo, es importante reconocer que siempre mantuvo con mucha fuerza la idea central de que la figura del filósofo, del hombre sabio, dedicado a la política podía ser la garantía de un régimen tan ideal como él lo anhelaba, en el reino de la justicia. Su final preferencia del personaje o la figura, del gobernante o del responsable, sobre el sistema o la forma de gobierno en sí misma, es también un tema que destaca, pues aunque poco amigo, diremos mejor muy poco amigo de la democracia, sus simpatías parecen ir siempre a favor de la monarquía, además es obvio que siendo su proyecto "salvador" el de un "rey-filósofo" esta no implica "per-se" una forma monárquica" (Olivari). Lo ideal es aprovechar al máximo las condiciones inherentes al alma y transformarlo en el genuino defensor del Estado y la sociedad. En el Estado ideal gobernarán los mejores, es decir, los más educados. "Hasta que los filósofos gobiernen como reyes o, aquellos que ahora son llamados reyes y los dirigentes o líderes, puedan filosofar debidamente, es decir, hasta tanto el poder político y el filosófico concuerden, mientras que las diferentes naturalezas busquen solo uno solo de estos poderes exclusivamente, las ciudades no tendrán paz, ni tampoco la raza humana en general.Platón describe a estos "reyes filósofos" como aquellos que "aman ver la verdad esté donde esté con los medios que se disponen" y soporta su idea con la analogía de un capitán y su navío o un médico y su medicina. Navegar y curar no son prácticas que todo el mundo esté calificado para hacerlas por naturaleza. Gran parte de La República está dedicada a indicar el proceso educacional necesario para producir estos "filósofos reyes"" (Nardini).

El gobernante debe ser sensitivo, agudo, ligero, fuerte y valiente; dedicarse al cultivo del conocimiento, la belleza corporal, la dulzura del trato y la proporción musical y oratoria; ser dueño de sí mismo, visionario de la suprema idea del bien y conocer la verdadera esencia de las cosas. No se trata de formar en la areté a la nobleza de sangre, sino educar una nueva élite mediante la selección de los representantes de la suprema areté. El gobierno de los mejores se fundamenta en la mejor educación, que fructificará en las mejores aptitudes naturales. Los mejores sólo pueden ser engendrados por los mejores, mediante un plan de reproducción controlado por el Estado. El gobernante se guiará por el poder intelectivo, iluminador y orientador de la razón Luego prosigue un estricto, sistemático, extenso, perfecto y complejo proceso de educación, durante el cual será sometido a diversas pruebas para verificar su integridad física, intelectual y moral. A cambio de una constitución que regule sus posibles debilidades que atenten contra el deber ser de gobernar, recibirá una excelsa y elevada educación. Los guardianes no podrán tener una vida familiar. El verdadero problema será el de la paideia. El regente es producto supremo de la educación, y éste será, a su vez, el mejor educador supremo del Estado. Su vida se caracterizará por la pobreza, severidad y sobriedad. La buena educación es la base esencial y justa del Estado justo o ideal para que existan hombres excelentes como seres sociales y morales. La educación es el remedio a los males que aquejan al Estado. El Estado es el punto de partida de la investigación del problema de la justicia. El profundizar en el problema de la educación redunda en beneficio del problema de la justicia. Si se alcanza la meta de verdadera educación, también se alcanza la de la verdadera justicia. La virtud de la justicia es una cualidad inherente al alma humana. El mejor Estado posible y concebible es aquel en donde los regentes, auxiliares e industriales se limiten a realizar con perfección su oficio correspondiente. Cada cual poseerá su virtud respectiva: el regente, la sabiduría; el auxiliar, la valentía; y el artesano, la templanza; la justicia será la virtud en común para todos. La justicia consiste en la armonía interior del alma que, con arreglo a sus partes, realiza lo que le corresponde "y el hombre es capaz de dominarse y de enlazar en la unidad la variedad de contradicciones de sus fuerzas interiores" (Platón).

La justicia en el Estado construido orgánicamente consiste en que cada cual la función encomendada por la naturaleza, de acuerdo con los dotes y talentos de cada hombre (o mujer). La justicia es la salud del alma, por cuanto es el valor moral de la personalidad. La justicia es la fuente única de la verdadera dicha y de la auténtica satisfacción. El hombre verdaderamente justo se halla en posesión de la areté (el propio valor interior, lo único que hace dichoso al hombre) perfecta y es verdaderamente dichoso, mientras que el injusto es desgraciado. La justicia es la salud y la armonía del alma humana. La justicia es el bien supremo o la verdadera naturaleza del alma, y la órbita de la verdadera liberad. Una vida es digna si es justa. Exista una sola forma de justicia, pero muchas de su degeneración. La justicia es el mayor bien al cual puede aspirar un Estado.

El Estado ideal es la verdadera patria del filósofo. Aunque en la República se diserta, debate y argumenta sobre el Estado, el tema central es el hombre verdaderamente justo, y su capacidad para crear el Estado justo. Es, fundamentalmente, una obra de formación humana. Su teoría del Estado perfecto no es una teoría constitucional, sino una teoría del hombre. La verdadera educación solamente puede darse en el Estado perfecto. El hombre perfecto solamente puede formarse en el Estado perfecto y el Estado perfecto sólo puede formarse por el hombre perfecto. El ideal de hombre justo sólo puede concretarse en un Estado justo. Como el Estado platónico es un Estado paradigmático, es un Estado justo, bueno y ético. Si el poder político y el espíritu filosófico coinciden se superan todos los males de la sociedad. La miseria política sólo termina cuando los gobernantes sean filósofos, tal como lo muestra el postulado central de la obra. El filósofo, por naturaleza, está llamado o destinado a ser gobernante. "El filósofo debe gobernar porque sólo él posee el verdadero conocimiento, el conocimiento de las Ideas y, entre ellas, de la idea suprema del Bien. Y porque tiene el verdadero conocimiento, tiene también, conforme a la concepción socrático-platónica, la verdadera virtud. El que sea destinado para filósofo-gobernante debe poseer un alma noble, exenta de bajeza y dotada de facilitad para aprender, pero tales cualidades han de ser perfeccionadas por la educación; y su fidelidad al servicio del Estado ya los buenos hábitos aprendidos ha de ser repetidamente comprobada" (Fernández-Galiano). La filosofía permite el conocimiento de la idea de bien o de bondad, la suprema virtud de la cual derivan todas las demás. Únicamente el filósofo posee el conocimiento del bien. Platón coloca a la filosofía en el centro de la vida. El filósofo, que no se entrega a la multiplicidad de impresiones sensoriales ni se deja arrastrar por el oleaje de las opiniones, es el único que sabe qué es lo bello y lo justo. "El filósofo es el hombre que lleva en su alma un paradigma diáfano"(Platón). La filosofía contribuye a la solución de los problemas fundamentales y acuciantes de la sociedad. La búsqueda de la verdad en gracia al conocimiento caracteriza a la filosofía. "El conocimiento de la norma suprema, que el filósofo alberga en su alma, es la clave de bóveda en el sistema del estado educativo platónico" (Jaeger). La "norma suprema" también se le conoce como "la imagen modelo" de todo lo que en mundo merece llamarse bueno; lo más dichoso de todo lo existente. La idea del bien es el supremo paradigma cuyo conocimiento alberga en su alma el filósofo. "Por el lento camino descrito, ascético en su comienzo, racional después y místico en su final, es llevado el filósofo a la contemplación del Bien, que es en el mundo inteligible lo que el sol en el sensible. Platón se ha expresado respecto a él de manera entusiasta, pero misteriosa y en ciertos aspectos contradictoria, por lo que no es extraño que el «Bien platónico» quedara entre los antiguos como constante símbolo de lo oscuro y enigmático. El Bien procura el conocimiento y la verdad, pero es superior a ambos; a la manera que el sol da a los objetos sensibles no sólo la posibilidad de ser vistos, sino la generación, el medro y el sustento sin ser generación él mismo, así a los objetos inteligibles o ideas otorga el Bien no sólo la posibilidad de ser conocidos, sino la existencia y la esencia sin ser él esencia, sino algo superior a ella en majestad y poder" (Fernández-Galiano).

El filósofo no es el intelectual abstracto de nuestro tiempo, sino un hombre desapegado de bienes materiales, no vive de sucedáneos, desprecia la jactancia, posee cierto encanto, es dialéctico, amigo de la verdad, dueño de sí mismo y practicante de la justicia y la valentía. Como busca la armonía del espíritu y el carácter, es un kaloskagathos o caballero. El regente no procede de la nobleza de nacimiento, sino de la nobleza del espíritu. Quien pretenda ser regente tendrá que remontarse, a través de la suprema paideia, a la más alta cumbre de la cultura espiritual. Los gobernantes, además de filósofos, deberán ser bellos, fuertes y distinguidos, y temperamentos seguros y valientes, poseer una cultura superior del espíritu (agudeza, facilidad de comprensión, memoria y tenacidad), aptos para el juego ágil de la dialéctica, amar la verdad y detestar las mentiras, matemáticos, etc. Los regentes despreciarán los honores que se les confieran, puesto que su honor consistirá sólo el de instaurar un verdadero reinado basado en la justicia.

Mientras que la enseñanza de las matemáticas, como propaideia, debe comenzar desde la niñez, la cultura espiritual debe iniciar más tarde, para evitar que el aprendiz, por ser aún niño, no demuestre interés por aprender; interés que no se puede imponer mediante la coacción y el castigo, debido a que el saber impuesto al alma no se adhiere a ella. Se debe enseñar como si fuera jugando. Mediante la pedagogía lúdica se puede detectar para qué está mejor dotado cada cual. No se debe impartir educación mecánica. Si la educación se degenera se vuelve patológica, y, por ende, se degeneran las formas de gobiernos y se convierten en injustos por culpa de sus gobernantes injustos. La timocracia, en donde mandan sólo los ricos; la oligarquía, en la gobiernan unos pocos "privilegiados" y favorecidos por la fortuna y la cuna de nacimiento; la democracia, en la que aparentemente mandas todos, y la tiranía, en la cual gobierna un tirano despótico y totalitarista, son formas de gobiernos degenerados e injustos. Todas las formas de Estado, excepto la del Estado educativo puro, son manifestaciones patológicas. Por la patología de la educación del hombre ideal en el Estado ideal, tanto el hombre justo como el Estado justo degeneran en gobernantes y gobiernos degenerados: el hombre ideal y el Estado o gobierno ideal degenera en timocracia, la timocracia en oligarquía, la oligarquía en democracia y ésta en tiranía, que la peor forma de gobierno injusto y el tirano el peor de los hombres injustos. "Platón concebía lo primitivo como lo más perfecto, y, a partir de ese régimen admirable de tiempos remotísimos y no atestiguados, se sucedían las cuatro formas políticas de la ciudad por este orden: timarquía [timocracia], oligarquía, democracia, tiranía. La evolución del Estado tiene su paralelo en la evolución del individuo: el predominio de cada una de las partes del alma corresponde al predominio de una determinada clase social en aquél, y así el individuo timocrático pasa a hacerse oligárquico, el oligárquico se convierte en democrático y este último en tiránico" (Fernández-Galiano). Como el hombre tiránico (que no controla sus apetitos superfluos) elimina a los mejores hombres (los justos), necesita de hombres muertos (injustos) para su alma muerta (injusta). "El tipo tiránico de hombre surge del predominio de una vida instintiva anormal en el alma. Es el fruto de una recaída en su fase prehumana de lo psíquico, la cual, encadenada generalmente a lo subconsciente, sólo vive dentro de nosotros una existencia subterránea (…) Los sentimientos de vida del hombre tiránico no conocen la verdadera amistad ni la verdadera libertad. Vive lleno de recelos y su verdadera esencia es la injusticia. El hombre tiránico y su imperio son el reverso completo del hombre justo y del estado justo. Y así como el hombre justo es dichoso, pues la justicia no es otra cosa que la salud del alma, el tirano es desgraciado, porque en su interior se ha roto el orden natural […] ¿No es acaso el alma del tirano como la ciudad gobernada tiránicamente, no sufre de la misma enfermedad que ésta? Es de todas las formas del alma humana la más esclavizada, pues no conoce la libertad y se halla dominada por instintos exaltados a manías. No es, pues, lo mejor, sino lo peor lo que impera en ella. Se halla poseída constantemente por la inquietud y el arrepentimiento. Es pobre e insaciable, llena de temor y de quejas, de depresión y de dolores" (Jaeger). Este tipo de denegación patológica de los gobiernos influye perniciosamente entre las relaciones de los padres con los hijos. "La timocracia nace de la oposición del hijo contra el modo de vida del padre, exento de ambiciones y preocupado sólo de su propia obra. […]el hijo del hombre democrático no se contenta con el postulado de los anhelos superfluos cuya satisfacción consideraba su padre como signo de verdadera libertad y humanidad, sino que se convierte en un aventurero lanzado a navegar sobre el mar agitado de los instintos anormales… La tiranía nace en el alma del joven por el hecho de convertirse en juguete de sus instintos. El padre y todos los que tienen alguna influencia educativa sobre él se esfuerzan en desviar sus afanes de los cauces de lo ilegítimo, por los que discurren, hacia derroteros menos peligrosos" (Jaeger). "El hombre tiránico es el que deja sus bajos apetitos por dueños de sí mismo, y el tirano político, el que, una vez conseguido el poder, los entroniza sobre la ciudad entera" (Fernández-Galiano).

Como quiera que el futuro regente, gobernante o estadista del Estado perfecto, requiere de una "lección mayor" (mediante el camino de la "cultura política"), debe tener un conocimiento pericial y exacto del supremo bien de toda conducta humana mediante el cultivo de la ciencia dialéctica. Transformar el Estado en una institución educativa enfocada en el desarrollo integral del alma humana como el más alto valor individual y social, es la suprema misión de la educación en el Estado ideal. La "lección mayor o fundamental" es la idea del Bien: todo lo bello, justo, etc., es provechoso y saludable. El filósofo es el llamado a gobernar, porque solamente conoce la esencia de la idea del Bien. Quien desconozca la idea del Bien, ¿cómo puede tomarla como paradigma, esto es como el fin que dé integridad a su persona tanto en su vida privada como pública? Quien desconoce la idea del Bien, tampoco se conoce a sí mismo, y por eso ignora qué es buen para él, para el Estado y sus gobernados. Desconoce su propia naturaleza, su función y la areté propia del alma humana. "Sin embargo, por más que el filósofo conozca la esencia de la idea del Bien y de la Belleza, nunca poseerá la sabiduría, que es exclusiva de los dioses. "Ellos son sabios (sofoi), los hombres, en cambio, solo son amantes de la sabiduría (filosofoi). Aun cuando pueden llegar a soportar (anasxesthai) la contemplación de las Formas inteligibles y el Bien, no han dispuesto siempre de ella ni pueden permanecer constantemente en ella. Pretender lo contrario es una forma de desmesura también basada en el desconocimiento de sí. Pues, en contraste con los dioses, el hombre en cuanto hombre es un ser indigente: Ninguno de nosotros se basta a sí mismo, señala Platón como razón para la formación de la polis" (Gutiérrez).

A la idea del Bien, Platón le asigna el más alto rango en el reino de los valores. La belleza, la simetría y la verdad caracterizan a la idea del bien. El principio supremo es la ideal del bien. Tal idea es la fuente de verdad y cognoscibilidad, y la que posibilita que el mundo cognoscible sea cognoscible. El conocimiento del bien no es el bien en sí mismo. La verdadera pauta es el bien en sí. La idea del bien es en sí buena, lo bueno bajo su forma más perfecta, lo más bello de cuanto existe. "La idea del Bien es, en la República, la norma absoluta que sirve de base a la noción de la filosofía como el supremo arte de la medida, que aparece ya desde muy pronto en el pensamiento Platónico y que se mantiene en él hasta el final" (Jaeger). El bien y la dicha son una y la misma cosa. El bien en sí del bien en sí se revela como la divina causa última de todo ser y de todo pensar. La plena humanidad sólo puede realizarse en la medida eterna (o en la semejanza a lo divino). La metafísica de la paideia es una ontología que culmina en la ideal del Bien. Al ser ontología se halla ligado al hombre y a su voluntad. "La idea del Bien que colma de sentido y de valor el mundo de las ideas de Platón aparece como la meta natural de todas las aspiraciones y su conocimiento reclama del hombre y de sus actos una adecuada actitud" (Jaeger). El conocimiento de la idea del Bien, medida de las medidas, es la meta suprema de la paideia.

La educación consiste en sacar, con la ayuda de la dialéctica, el conocimiento de la verdad que yace en el alma del niño, ya que dentro de su ser interior están latentes las dotes de cada uno. En volver o hacer girar todo el alma hacia la luz de la idea del bien, que es el origen de todo, consiste la esencia de la educación filosófica. Las matemáticas, encargadas de despertar el pensamiento en el educando, se constituyen, dentro del proceso pedagógico, en la propaideia de los futuros regentes. "La ciencia aritmética es indispensable para la formación de los "regentes", entre otras razones, por su valor militar" (Platón). En concepción de éste, las matemáticas es un estudio humanístico, sin el cual el hombre no sería hombre. El estudio de las matemáticas constituye apenas el preludio o preparación para toda la paideia de los gobernantes. "Los estudios matemáticos previos comprenden la aritmética, la geometría, la estereometría o geometría de los sólidos, la astronomía y la armonía musical; considérase la necesidad y provecho de cada una para llegar, por fin, a la suprema disciplina de la dialéctica" (Fernández-Galiano).

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